El caminante

¡Crack! – el dolor –, ¡Crack! – la agonía –, ¡Crack! – ¿la redención? –
Cada hueso que se rompía traía – con el insoportable crujido y el sufrimiento – un poco de paz.
Resultaba mil veces mejor este infierno elegido que el suplicio forzado de estar postrado en la cama o en una silla de ruedas. Al diablo los huesos de cristal, al diablo los médicos, al diablo todo. Caminaría una vez más.
Caminaría hasta que cada hueso de su cuerpo, fracturado, se fuera reduciendo a cenizas. Caminaría feliz, entre el llanto, la sangre y el desespero, hasta que su cuerpo, hecho polvo, galopara libre sobre el viento.
Y caminó, mirando la libertad a los ojos.

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