El baile
Se esforzaba en mantener la posición. La pierna izquierda
totalmente extendida hasta quedar parada en la punta de los dedos, mientras que
la pierna derecha se flexionaba en un ángulo de cuarenta y cinco grados para
con los dedos del pie tocar la rodilla contraria. Luego la espalda recta y el
pecho orgulloso, pronunciado, con dos pequeños senos que apenas se pronunciaban sobre
la camisilla blanca pero que tenían la proporción justa para su tamaño. El
mentón hacía arriba, el cuello prolongado y casi eterno y el
rostro con una expresión que se quedaba a medio camino entre la sonrisa y la
seriedad. Ambos brazos levantados, formando un paréntesis para la cabeza. El pirouette perfecto.
Una vuelta, dos, tres, cuatro. Muchas vueltas. Todo valía
para arrancar sonrisas a aquella niña que le miraba con el ansioso gesto de la
curiosidad y la felicidad abundante de la fantasía. La música acompañaba
cadenciosamente cada nuevo giro. Todo era perfecto. Para esto existía.
Pero un día, la música se empezó a detener, y una oscura
coraza empezó a descender sobre su dulce figura mientras daba una vuelta más. Cada
vez más oscuro. Otra vuelta ¿a dónde se fue la niña curiosa?, otra vuelta. Silencio
total. Oscuridad absoluta. Ya no más vueltas.
Habían pasado ya muchas lunas nuevas, y dentro de la caja
musical, la pequeña bailarina se seguía preguntando qué había hecho mal.
Comentarios